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El ingenio en lo público

Por: Camilo Recio, Coordinador Técnico del Modelo de Involucramiento Ciudadano en la gerencia de Involucramiento Ciudadano.

Aplicar la ingeniería y ser un ingeniero electrónico en la gerencia de Educación para la Participación Ciudadana en la Fundación Corona, es producto de andar un camino donde cada decisión tomada tiene sintonía con el deseo de usar el ingenio para encontrar formas de contribuir al desarrollo de soluciones de problemas en lo público.

Ese camino tuvo su punto de inflexión hace más de un lustro cuando Manuel, un ingeniero de vieja escuela que enseñaba automatización de procesos industriales —una materia del núcleo fundamental de ingeniería electrónica— anunciaba: «Y es entonces como, si la maquina se detiene y la producción se interrumpe, ustedes van a ser los responsables de, en tan solo unos minutos, repararla para que la producción continúe.»

Tres días después a la misma hora, pero en un lugar distinto de la universidad, el profesor Luis, un politólogo versado que enseñaba Teorías del conflicto —una materia del núcleo fundamental de ciencia política— retaba a sus estudiantes diciendo: «a partir de las teorías de estos autores, quiero que elaboren argumentos a favor y en contra de los acuerdos de la Habana, quien tenga los mejores argumentos, obtendrá la nota más alta».

Aunque ambas declaraciones proponían retos, el espíritu de cada una exponía propósitos diferentes: la primera estaba enmarcada en un contexto industrial donde cada segundo sin producir representaba un centavo menos; la segunda estaba enmarcada en un contexto académico donde cada palabra que respaldaba una postura representaba una posibilidad de persuadir, alterar el rumbo de una decisión y encontrar puntos medios.

Yo fui estudiante de ambos profesores, vi materias de ambas carreras y aunque sus declaraciones podrían simplificar con exageración el alcance de estas disciplinas, cargaban consigo la posibilidad de reflexionar acerca de mi rol en la sociedad como futuro ingeniero. Estaba cerca de terminar mis estudios universitarios y sabía que me apasionaba la ingeniería, sus herramientas, su enfoque, la manera en la que me retaba pensar de forma sistémica, la forma en la que me permitía innovar y encontrar maneras de describir problemas, analizarlos y solucionarlos con la tecnología como la mejor aliada; solo debía tener claridad sobre cómo ejercerla.

Por eso, mi tesis de grado fue una oportunidad para abordar un problema público —los conflictos de interés entre médicos y compañías farmacéuticas— haciendo uso de herramientas de la ingeniería para entender sus dinámicas, recolectar información para encontrar relaciones que trascendían lo evidente e instar a otras disciplinas a sumarse a investigar este asunto desde distintos lugares.

Desde ese momento sabía que quería poner al servicio de la sociedad mis capacidades como ingeniero, pero no precisamente desde la industria, sino desde algún lugar distinto donde el principio no fuera garantizar la producción de centavos, sino el abordar problemas públicos, entenderlos como sistemas y proponer soluciones innovadoras para atenderlos.

Me gradué y decidí trabajar en una corporación sin ánimo de lucro enfocada en procesos de formación ciudadana e incidencia; me fui a estudiar políticas públicas en el Reino Unido para fortalecerme técnicamente y volver al país con conocimientos y herramientas capaces de construir colectivamente con otros; trabajé en Activa Buenaventura y conocí la primera implementación del modelo de involucramiento ciudadano que había diseñado la Fundación Corona, fui testigo de su implementación, caminé el Pacífico colombiano desplegando el modelo y aprendiendo de él.

Hoy, los circuitos electrónicos se han convertido en sistemas relacionales complejos donde las resistencias se pueden interpretar como obstáculos, los inductores como condiciones habilitantes, los condensadores como capacidades transformacionales, la fuente de poder como liderazgos de alto impacto, los sensores como instrumentos de medición cualitativa y cuantitativa de procesos de formación y el polo a tierra como la experiencia de haber trabajado en territorio y la capacidad de entender que los modelos que enmarcan las intervenciones que acompañamos, deben ser escalables para ser aplicados en distintos contextos.

Veo en otras disciplinas universos de conocimiento con el potencial de imaginar alternativas que aporten ideas; por eso no es inusual encontrarme con colegas apasionados por el sector fundacional y la miríada de posibilidades que las ramas de la ingeniería—o cualquier otra profesión o estudio— le suman a cualquier diálogo.

Al final del día no se trata de haber transitado desde la ingeniería a las humanidades, ni se trata de no ejercer la ingeniería como profesión; se trata de ejercerla y entenderla como una opción para construir país con una visión complementaria del mundo.